Cariño Malo

El otro dia mi jefe me dijo “le tienes cariño a la escuela”. Pero podría tratarse de “la oficina”, “el gobierno”, “la panadería”, etc.

Resulta que, a estas alturas del partido, no sé si trata de cariño: he invertido tiempo y afecto, si, pero lo que siento hoy es más cercano a la pena que al cariño; No siento este lugar como un hogar, sino más bien como una familia: algo que te tocó, y a lo cual se le tiene cariño por costumbre y resignación, más que por gratitud.

Proponer esta frase -tenerle cariño-, por muy bien intencinada que sea, tiene entonces algo sospechoso. No es una afirmación inocente, sino más bien una prueba de fidelidad: de que está todo bien, ¿cierto? de que en el fondo nada malo importa ¿no?. De que, por cariño, has aceptado muchas cosas indecibles e innombrables y que todos aquí, quienes también compartimos ese cariño, llevamos una vida aceptando:

¿estamos de acuerdo entonces?

¿Qué cosas hemos aceptado por este mal querer? cosas buenas, y cosas malas: incluyendo malos-tratos, abusos, silencios, secretos y todas esas cosas propias del ámbito de lo familiar, que pasamos por alto y aceptamos “por cariño". Como sucede con el amor al arte y el cuidado del hogar, oficios que por ser valiosos en cuanto gesto amoroso, no son compensados en el ámbito de lo laboral y tienen por recompensa una rebuscada forma de martirio.

Y no es martirio ese pacto que se sella cuando confirmas tu cariño y ofreces tu resignación: es silencio. Es tu voz la que sacrificas cuando confundes complicidad con amor, cariño con afecto, colusión con fidelidad, méritos con sueldos y terminas por hacer de la ceguera tu destino.

Por supuesto que se me chupó decirle a mi jefe que lo que sentía no era cariño. Espero poder decírselo, con cariño, antes de partir.

actualización: lo hice.