Las Vidas Pasadas de mi Número

Cuando llegué a Estados Unidos, lo primero que hice antes de salir del aeropuerto, fue adquirir un número telefónico: antes que comer, pero después de ir al baño y del obligado paso por el salon fomo del duty-free.

En el pequeño puesto situado justo al emerger del área privada del aeropuerto, luego de haber recogido mi maleta y ser interrogado por inmigración, estaba una persona cuyo nombre no supe (algo peculiar en el contexto norteamericano) que llevaba un hijab. Fue muy amable y efectivamente, como decía el cartel arriba del puesto, me entregó un nuevo número telefónico en 15 minutos.

Pero el número no era nuevo: venía de Miami.

Me di cuenta de esto al pasar un par de horas: empecé a recibir llamadas de territorios desconocidos que el teléfono, como buen médium, si reconocía: fort lauderdale y otros lugares de la Florida que nunca había visitado. Si hubiese sido Orlando tal vez habría contestado con mayor entusiasmo.

Y es que en otra vida este número había sido el número de otras personas: a veces mi teléfono responde al nombre de Julia, recién respondió al nombre de Nidia quién, según el espíritu, tenía intenciones de viajar. Intenté comunicarme con Beerner (así se llamaba este espíritu) ¡y me hizo ghosting!

Con razón ya nadie contesta; la mayor parte de las comunicaciones en la actualidad son fantasmales y gran parte de ellas vienen de bancos, tarjetas de crédito, estafadores, bots y otras entidades que son verdaderos demonios en este inframundo que se nos asoma a partir de un número que creemos nos pertenece.

Y es que resulta que los números -sustentables y polimorfos- representan muchas cosas a la vez: el número doce es tan propiedad de los apóstoles como de los meses del año y la docena de huevos. Lo mismo con el cuatro y las tortugas ninjas, las estaciones o los Beatles, con Fibonacci y los caracóles, etc.

Entonces no es de extrañarse que el número 3054579898 -que hoy responde a mi nombre-, en otro momento hubiese respondido a otros nombres.

¿Será que los números reencarnan? ¿que los teléfonos son budistas? Se supone que los pasaportes no lo hacen. Mi prima Isabel se llama igual que su fallecida hermana Isabel: grande fue su impresión cuando se encontró la tumba de su hermana grande que nunca creció y que llevaba su nombre.

A veces respondo y converso con estos espíritus del más allá: como cuando reviso el perfil de Facebook de Gladys, fallecida hace ya 10 años: ¡que ganas de que mi número alguna vez hubiese sido el de Gladys!, me imagino que podríamos compartir lindos recuerdos de ella.

De todos modos, espero que Julia, Doris, y todas las almas que alguna vez ocuparon este número estén bien: mal que mal el número que hoy me identifica, mañana será de alguien más y sea quien sea que me suceda, le deseo bien.